Lección - Notas de EGW - Comentarios - Lección 7 - Jueves 16 de noviembre 2023 - 4°Trim - La Misión de Dios: MI MISIÓN

Lección 7 - MOTIVACIÓN Y PREPARACIÓN PARA LA MISIÓN

La Historia del Buen Samaritano Hoy

Resumen Gráfico de la Lección de hoy:


¿Qué nos enseñará la lección de hoy?

En esta lección sobre la historia del buen samaritano reflexionarás sobre cómo podemos ayudar a los demás y ser verdaderos prójimos. 

Preguntas para profundizar tu estudio:

  1. ¿Qué enseñanza podemos aprender de la historia del buen samaritano? (Párrafos 2 y 3)
  2. ¿Cómo podemos aplicar estos principios en nuestra vida diaria? (Párrafos 2, 3 y 4)
  3. ¿Qué podemos hacer para ayudar a las personas que han recibido un trato injusto? (Párrafo 2)



Objetivos:


  • Conocer: que nuestro prójimo no es solo aquel que pertenece a nuestra misma iglesia o fe, sino que es toda persona que necesita nuestra ayuda.
  • Sentir: compasión por aquellos que han recibido un trato injusto y estar dispuestos a ofrecer nuestra ayuda de manera práctica.
  • Aplicar: estos principios en nuestra vida diaria al estar atentos a las necesidades de las personas que nos rodean y estar dispuestos a ayudarlas.

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Lección 7 -  Jueves 16 de noviembre


    Al elogiar al doctor de la Ley por dar la respuesta correcta, Jesús le dijo: “Haz eso, y vivirás” (Luc. 10:28), y así tocó el corazón del hombre. Dar todas las respuestas correctas era fácil para el intérprete, pero hacer esas cosas era un problema hace dos mil años, y continúa siendo un problema para muchos de nosotros hoy. El doctor de la Ley quería entrampar a Jesús y presumir de sus conocimientos. Hizo una pregunta complementaria: “¿Y quién es mi prójimo?” (Luc. 10:29).

Lee  Lucas 10: 30 al 37. ¿Cómo resumirías lo que Jesús quiso dar a entender en esta historia?

    ¿Hay personas a nuestro alrededor que han recibido un trato injusto? ¿Hicimos lo posible por ayudarlas?

    Es cierto que, a veces, los pastores, los ancianos y los miembros de iglesia no ayudan a quienes lo necesitan. A veces, las personas de otra fe pueden ser más amables con la gente de la comunidad que nosotros. Nosotros quizás hablamos de ser amables, pero tal vez haya otros que satisfagan las necesidades de las personas que nosotros no atendemos. Si nuestra fe tiene algún sentido, debemos tender la mano y ayudar a los necesitados.

    Jesús concluyó la historia del buen samaritano preguntando quién de los tres era realmente prójimo de la persona que necesitaba ayuda.

    “Así, la pregunta ‘¿Quién es mi prójimo?’ está para siempre contestada. Cristo demostró que nuestro prójimo no es meramente quien pertenece a la misma iglesia o fe que nosotros. No tiene que ver con cuestiones de raza, color o clase social. Nuestro prójimo es toda persona que necesita nuestra ayuda. Nuestro prójimo es toda alma que está herida y magullada por el Adversario. Nuestro prójimo es todo aquel que pertenece a Dios” (Elena de White, El Deseado de todas las gentes, p. 464).

Desafío: Comienza a orar diariamente por alguien que sea diferente de ti, o incluso por alguien que no te caiga bien personalmente.

Desafío Avanzado: Haz una lista de por lo menos tres nombres de tus conocidos (no adventistas); identifica sus necesidades (emocionales, físicas, sociales) y considera cómo puedes suplir personalmente esas necesidades. ¿Qué puedes hacer por ellos de manera práctica durante la próxima semana?

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Notas de EGW

(Énfasis añadido para destacar ideas principales)


    Hay muchos que preguntan, como el escriba: “¿Quién es mi prójimo?” … Todo aquel que padece necesidad es nuestro prójimo. Todo hijo e hija de Adán que ha perdido el rumbo, que ha sido entrampado por el enemigo de las almas y sometido a la esclavitud de malos hábitos que marchitan la virilidad o la femineidad dadas por Dios, es mi prójimo…

    Hemos de pensar y cuidar de los demás que necesitan nuestro amor, ternura y cuidado. Siempre hemos de recordar que somos representantes de Cristo, y que hemos de compartir las bendiciones que nos otorga, no con los que nos las pueden devolver, sino con los que apreciarán los dones que satisfarán sus necesidades temporales y espirituales…

    Las buenas obras son el fruto que Dios demanda que llevemos: palabras bondadosas, actos de benevolencia y de tierna consideración por los pobres, los necesitados y los afligidos. Cuando el corazón simpatiza con los corazones cargados de desánimo y dolor, cuando la mano da a los necesitados, cuando se viste a los desnudos, y el extraño recibe la bienvenida, un asiento en la sala y un lugar en el corazón, los ángeles se acercan y en el cielo resuenan melodías como respuesta (Reflejemos a Jesús, p. 244).

    Sin una fe viva en Cristo como Salvador personal, nos es imposible ejercer influencia eficaz sobre un mundo escéptico. No podemos dar a nuestros prójimos lo que nosotros mismos no poseemos. La influencia que ejercemos para bendecir y elevar a los seres humanos se mide por la devoción y la consagración a Cristo que nosotros mismos tenemos. Si no prestamos un servicio verdadero, y no tenemos amor sincero, ni hay realidad en nuestra experiencia, tampoco tenemos poder para ayudar, ni relación con el cielo, ni hay sabor de Cristo en nuestra vida… “Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe... Y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve”. 1 Corintios 13:1-3.

    Cuando el amor llena el corazón, fluye hacia los demás, no por los favores recibidos de ellos, sino porque el amor es el principio de la acción. El amor cambia el carácter, domina los impulsos, vence la enemistad y ennoblece los afectos. Tal amor es tan ancho como el universo y está en armonía con el amor de los ángeles que obran. Cuando se lo alberga en el corazón, este amor endulza la vida entera y vierte sus bendiciones en derredor (El discurso maestro de Jesucristo, pp. 34, 35).

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Comentario del Texto Bíblico


Lucas 10:30 al 37

  • Jesús contó una parábola, que muy probablemente era una historia que ocurría a diario. Un hombre viajaba de Jerusalén a Jericó, y fue asaltado, humillado y violentado a punto de desfallecer. El camino descendía unos 900 mts, aproximadamente, con un recorrido de alrededor de 28 km. Era un trayecto escabroso, y muy peligroso, pues estaba plagado de ladrones y asesinos.
  • Luego, Jesús deliberadamente hace pasar en la escena a un sacerdote y a un levita, los cuales, cada uno en su momento, al ver al herido pasan de largo. Es muy posible que en la mente de Jesús, como de los oyentes, se entendiese claramente que aquellos religiosos venían de realizar su ministerio en el templo, y lo menos que se esperaba era un poco de compasión.
  • Jesús facilitó en la historia la posibilidad de ayuda de los religiosos, pues no tenían la prisa de llegar a tiempo a sus labores espirituales; de hecho, regresaban a sus hogares a descansar; pero ni aún así se comportaron a la altura de los más elementales valores de la caridad judía o humana.
  • Aparentemente, no prestaron auxilio a aquel desdichado por temor a la contaminación ceremonial, porque quizá creyeron que estaba muerto. Es posible que se protegieran aún de la sombra del supuesto cadáver, porque los fariseos creían que hasta aquello podría contaminarlos. Sus leyes ceremoniales pudieron más que la compasión. El modelo de Jesús precisamente ha sido lo contrario: tocó al leproso, a los muertos, a una prostituta, y más.
  • Jesús no estaba inventando nada, sólo estaba reflejando gráficamente algo de la indolencia e hipocresía de la religiosidad judía, que se preciaba de amar a Dios y al prójimo. En este contexto de desolación, Jesús hace aparecer a un samaritano, el héroe de la historia, precisamente a quien tanto odiaban los judíos. De hecho, esta ilustración debió haber ofendido a los oyentes judíos, porque golpeaba directamente en su patrioterismo nacionalista, vergonzosamente justificado por sus normas religiosas.
  • Ese despreciado samaritano fue movido a misericordia, a compasión. Siendo un marginado, realizó la obra que a aquellos les correspondía por su aparente piedad. El versículo de Lucas 10:34 está lleno de acciones, causalmente de lo que estaban tan vacíos los judíos.
  • El samaritano se acercó; vendó las heridas, luego de desinfectarlas con su aceite y vino (era el “botiquín” de un viajero en aquel tiempo); lo puso sobre su cabalgadura (él tuvo que ir a pie; el amor incomoda); lo llevó a un mesón; y finalmente cuidó de él.
  • Curiosamente son cinco acciones. Jesús asocia directamente la actitud del samaritano con uno de los atributos fundamentales en la redención y en la vivencia del reino de Dios: la gracia, que es el favor no merecido. En una palabra, el samaritano actuó movido por la compasión y por la gracia de Dios. El samaritano demostró que la práctica del amor no tiene límites. Es la necesidad del otro la que determina lo que se debe hacer y hasta qué punto se debe amar. Si se piensa que la obra de gracia terminó, no fue así.
  • El samaritano cuidó del herido toda la noche y, al día siguiente, pagó al mesonero por adelantado el trabajo de dos días (porque un denario era el salario de un día de trabajo). Dijo que cuando volviera, cancelaría toda la cuenta de más. Yo te lo pagaré era la fórmula convencional para garantizar el pago de una deuda. ¡Eso es gracia sobre gracia!
  • El samaritano no sólo hizo lo bueno, sino lo mejor. No sólo calmó su conciencia con una buena acción, sino que sobre todo mostró su verdadera motivación al hacerla: el amor.
  • A propósito, ¿quién era la víctima? Es posible que en la mente de Jesús la víctima fuera el propio maestro de la ley que había preguntado: ¿Y quién es mi prójimo? Porque es aquel el que al final descubre al verdadero prójimo. Para dar misericordia, primero hay que aprender a recibirla; el religioso debió haberse reflejado en la víctima necesitada de aprender lo que es misericordia y no juicio (Miquieas 6:8, 7:18).

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¿Cómo Aplico?


  • Podemos aplicar lo aprendido en esta lección al estar atentos a las necesidades de las personas que nos rodean y estar dispuestos a ayudarlas.
  • Debemos estar dispuestos a ofrecer nuestra ayuda de manera práctica y no solo hablar de ser amables.
  • Podemos orar diariamente por alguien que sea diferente a nosotros o incluso por alguien que no nos caiga bien personalmente.
  • También podemos hacer una lista de conocidos que no sean adventistas, identificar sus necesidades y considerar cómo podemos suplir esas necesidades de manera práctica.
  • Si conocemos a alguien que ha recibido un trato injusto, podemos ofrecer nuestra ayuda de manera. Debemos estar dispuestos a tender la mano y ayudar a los necesitados, independientemente de su fe, raza, color o clase social. 

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